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La verdad es que al final no está siendo tan difícil. Se ve que era cuestión de proponérselo. Y cuando uno va apurado meter una entrada de relleno, como esta y otras dos o tres que ha habido a lo largo de este mes. A veces me gustaría escribir alguna entrada más desarrollada, pero cuando me pongo delante de la pantalla me entra la pereza y las prisas, malas consejeras de la reflexión, y salgo por peteneras. Y entra la terrible duda de si cantidad o calidad. De si he convertido esto ya en un reto personal y que no me importa lo que escriba, con tal de que algo escriba.

O también hay historias que me gustaría contar, como la de D, o la de M, o la de S… Historias que acaban bien, pero están todavía demasiado recientes y, aunque cuando cuento algo más personal cambio siglas y datos, quizá sus protagonistas son demasiado reconocibles y no sé si les gustaría convertirse en personajes de este rincón.

Aula-Materia

Desde el curso pasado hemos cambiado el sistema de distribución de los alumnos en las aulas. Antes cada grupo tenía un aula de referencia en la que daba la mayor parte de sus clases, salvo Educación Física, EPV (Plástica para los no iniciados), Música y algún que otro desdoble. Por problemas de espacio, cuando un curso estaba fuera de su aula de referencia, esa misma aula se aprovechaba para meter a otro grupo, con los consiguientes inconvenientes: destrozos de los que nadie se responsabiliza, mesas pintadas misteriosamente,… y ay de ti si se te había olvidado llevarte algún libro contigo.

Al final de cada clase sonaba un timbre y tres minutos después sonaba otro indicando que empezaba la siguiente clase. En esos tres minutos los alumnos estaban obligados a permanecer dentro de su aula, preparando las cosas para la siguiente materia. Pero en la práctica, no es nada fácil que 25 o 30 alumnos de doce a dieciséis años se queden quietos en su sitio… Es más, no solo no se quedaban en su sitio, sino que aprovechaban para salir al pasillo y darse una vueltecilla o para perseguir por la clase a alguien, sin importarles mucho si se provocaban milagrosos destrozos. Milagrosos porque siempre se realizaban sin intervención humana al grito de «eso ya estaba así»:

El curso pasado, inspirados en las experiencias de otros institutos, decidimos optar por el sistema de aula-materia. Es decir, después del timbre que indica el final de cada clase, los alumnos se tienen que desplazar por el Instituto hasta su siguiente destino. Si tenemos en cuenta, que antes salían, entre unas cosas y otras, dos o tres veces al día, la diferencia no es tanta. Claro, que no salían todas las clases a la vez. Ahora llegar a tu aula se convierte en ocasiones en algo más complicado que avanzar por la M-30 en hora punta y el nivel de decibelios aumenta terriblemente. Por supuesto hay quien siempre se despista y se cree que le toca en la clase que está justo al lado de la de sus amigos de otros grupos.

No hay solución perfecta. Sin embargo, si alguien me pregunta, le diré que prefiero este segundo sistema, porque tiene algunas ventajas significativas: resulta que han disminuido considerablemente el número de destrozos dentro de las aulas porque estas permanecen cerradas con llave hasta que llega el profesor, aunque han aumentado los destrozos en el pasillo. Considerablemente quiere decir que nos hemos gastado unos 5.000 euros menos en reparaciones.

Por otra parte, tener aula-materia te permite acondicionar la clase a la asignatura: tener alguna pizarra digital del departamento, unos libros de consulta o una pequeña biblioteca…

De todas formas, lo más triste de todo es eso: que no haya solución buena por la capacidad destructiva de unos cuantos amparados en el anonimato. Lo triste es que no sean capaces de valorar que lo que ellos destrozan lo reparamos con los impuestos de todos.

Madurez

-Estoy hasta los cojones -dijo Blancanieves dando un fuerte golpe en la mesa. Y a los enanitos se les pasó en un momento la edad del pavo y nunca más volvieron a hacer gracias picantes ni a contar chistes verdes.

Recreos de poesía

Hoy, después de las clases, he estado tomando una cocacola con P en la cafetería, donde siempre se nos ocurren las ideas más brillantes, y hemos decidido empezar a partir de la semana que viene un recreo poético a la semana.

La idea es que cada uno seleccione algunos poemas que le gusten y luego los lea o los recite y los comentemos. En principio, estaremos nosotros dos, pero queremos abrir el encuentro a todos los que estén de verdad interesados, profesores o alumnos. Si no viene nadie, no nos importa. Como dice P, lo que surge de una necesidad sale adelante. Y tenemos la necesidad de leer y escuchar poesía. Lo digo aquí porque sé que hay alumnos que leen el blog y es una forma de invitarles («Profe, ¿has dicho algo de mi en tu blog ese?», me ha preguntado J esperanzada).

También me he apuntado a El País de los Estudiantes por primera vez y he empezado a animar a unos cuantos a que se apunten. No sé, quien mucho abarca poco aprieta, pero por lo menos algo aprieta. Lo que no estoy dispuesto es a quedarme esperando a que el tiempo, o no se sabe qué, cambie las cosas.

Enclaustrados

Hoy ha sido un día intenso: a las 14.20 he acabado la última clase, de 14.30 a 16.30 he tenido Curso de Inglés, de 16.30 a 18.30 claustro y de 18.30 a 20.05 Consejo Escolar. Entre las cosas que más me cuestan, aparte de la corrección de exámenes, están los claustros. Pero sé que me vienen bien. Me ayudan a entender mejor a los alumnos: me gustaría no estar allí, me gustaría que hubiese acabado ya (cualquier claustro se me hace excesivamente largo, por corto que sea) y tengo que hacer esfuerzos ímprobos por no desconectar y dedicarme a otra cosa, porque en el fondo esto ya me lo han contado mil veces y no sé muy bien si me vale para algo (como a cualquier alumno lo de que el SN cuyo Núcleo concuerda con el verbo funciona como Sujeto).

Sin embargo, el claustro de hoy me ha parecido interesante, porque nos ha servido a algunos como terapia de grupo, porque hemos decidido que tenemos que ir todos en la misma dirección, porque hemos hecho el diagnóstico de la situación y hemos planteado soluciones… El resultado del diagnóstico es que la situación es muy mala. Que nos hemos conseguido acostumbrar a cosas a las que no tendríamos que acostumbrarnos nunca. Que no nos puede dar igual que haya alumnos a los que les dé todo igual. Y que esos alumnos son una minoría, pero la estulticia tiene una sorprendente facilidad para el contagio.

Y hemos estado a vueltas con la autoridad del profesor. Recordándonos obviedades: si no respetan al profesor, no serán capaces de respetar a los demás; los cursos con mejores resultados académicos son los que tienen menos amonestaciones y expulsiones… Y es que el tema de la autoridad del profesor es espinoso, entre otras cosas porque la autoridad está desautorizada, quizá porque hayamos confundido igualdad con igualitarismo. Y si te da igual lo que te dice un profesor porque tú siempre haces lo que te da la gana, te va a costar darte cuenta de que en realidad es la gana la que hace lo que quiere contigo y no sé si podrás cambiar cuando te propongas cambiar, pues eso te lo propondrás más pronto que tarde: yo sigo convencido de que a nadie le gusta ser mala persona, pero hay algunos, que probablemente empezaron por «pasar» de lo que les decía el profesor y un poco antes por «pasar» de lo que les decían sus padres, a los ya que no les es tan fácil el cambio.

Escribimos algo juntos

Hace una o dos semanas me aproveché de una entrada de J para dar publicidad a su idea de «Escribamos algo juntos«. Y hoy voy a plagiarle nuevamente porque ya ha publicado el resultado.

No deja de sorprenderme lo bien que queda y cómo coincidimos en el tratamiento del tema, incluso en el estilo, los que escribimos sin habernos puesto antes de acuerdo. Por ejemplo, la aparición constante de la segunda persona, que no aparecía en la frase de partida: «mientras el sol hace noche en el alféizar de la ventana preguntándose si alguna vez fue cierto este día, estos ojos cerrados». No sé cuántas trampas tendrá que hacer J para cuadrarlo, pero puedo asegurar que a mi texto no le ha cambiado ni una coma.

Aquí está nuestro nuevo «Escribamos algo juntos» (en el título de la entrada he puesto «escribimos» porque ya está escrito). Además esta vez incluye hasta banda sonora:

y mientras las burbujas se escapan hacia ese sol preocupado  me hundo en un sueño despierto.

No tardará, seguro que no tardará. O al menos eso quiero pensar. Si los acordes de una guitarra rota hace años te hicieron perder la cabeza en este atardecer quizás no sea buen momento para volverse a enamorar. Quizás y solo quizás las estrellas te dirán cuantos versos han borrado las olas de este mar de colores, colores ciegos. No tardará, seguro que no tardará. Hay algo en tu sonrisa que me encanta, que me lleva a la caída en lo mas profundo de tu mar mientras el sol hace noche en el alféizar de la ventana preguntándose si alguna vez fue cierto este día, estos ojos cerrados. Pero sí, es cierto, mis ojos están cerrados porque estoy muerto esperando una última visita que consiga iluminar los resquicios de esta soledad apaciguada que clama al desconcierto. Ellos no saben a qué juegan los pájaros, si te lleva el mar a su destino.  
No tardará, seguro que no tardará. El viento, como pequeños islotes de sueños, supura el dolor de tu ausencia alejándose cuando donde quiere estar es aquí, aún, sabiendo que la realidad robó ya este momento, si es que acaso existió. Y entonces llegas tú, tan inesperada como siempre, tan a última hora como siempre, con ojos de sonrisa y labios de atardecer… o al menos eso quiero pensar.

Agradecido

Me encuentra JM por la tarde y me pregunta qué tal la corrección de los exámenes del fin de semana. Coincido con mi hermana y lo primero que me dice es que el corte de pelo me hace más joven. Saludo a J, con quien hace tiempo que no hablo, me pone al día de lo que hace y me exime de contar mi parte porque ya está aquí al tanto. Me cruzo con E camino al edificio de Bachillerato y le da tiempo a comentar la última entrada. Me tropiezo con L, que me cuenta cosas de su vida universitaria, y me recuerda que me lee. Llego a clase y C y M me aseguran que ya han leído la entrada sobre su «despalabrotización», incluso M me dice que se la ha enseñado a su madre… Y uno escribe aquí con un poco más de inquietud porque teme que se vaya a quedar sin nada que contar en una conversación de tú a tú… Y con un poco más de alegría, porque escribir aquí es hablar con tanta gente con la que te gustaría charlar más a menudo y con tanta otra a la que solo conoces de nombre o a la que ni siquiera conoces. Y te sientes, sobre todo, agradecido, porque hay mucha más gente de la que piensas a la que no le importa perder parte de su tiempo en leer estas entradas. A veces tan sosas, como esta misma, que no se parece en nada a lo que pensaba escribir cuando encendí el ordenador.

Lo que hay detrás

Creo que ayer escribí con la tecla caliente, que me salió una entrada lóbrega y derrotista… y que no es la primera de ese estilo de los últimos días.

El desánimo y el desaliento son una tentación constante para el profesor: «es que no saben nada», «cada día trabajan menos», «no tienen ningún interés», «no puedo dar más facilidades», «les da todo igual»… Y te olvidas de que C te trae los deberes todos los días, y de que a M los reyes le han regalado el Poema del Mio Cid, y de que te olvidaste el libro en clase y te lo devuelven al día siguiente sin haber hecho una hoguera con él,… Y de pronto llega X, al que llevas viendo un tiempo tristón y esquivo, y te cuenta una historia escalofriante que es solo la punta del iceberg, porque los problemas siempre acuden en manada. Y te preguntas cómo es posible que siga viniendo a clase todos los días como si no pasase nada. Y te preguntas si lo que le pasa a X no le pasará también a Y y a Z. Y te das cuenta de que es imposible aprender a analizar sintácticamente cuando tienes destrozada la gramática del corazón.

Corrigiendo recuperaciones

Fin de semana de corrección de recuperaciones, fin de semana de grandes decepciones. A veces uno tiene la sensación de que los alumnos se presentan a la recuperación como el Madrid ante el Barcelona: a ver cuántos nos caen esta vez. No tiran la toalla porque parece que nunca la han cogido. Y el problema no es solo de estudio, que eso tendría fácil solución. El problema es que muchos no son capaces de expresarse con corrección y sentido.

Cuando trabajo la coherencia y la cohesión en clase, los ejemplos que vienen en el libro son demasiado evidentes y los que se me ocurren a mí, también. Es muy fácil darse cuenta de que un texto es incoherente… Salvo cuando ese texto es el tuyo. Aquí, un botón de muestra de alumnos de 3º de la ESO:

  • Predicado: conjunto de palabra en la que su núcleo es un verbo.
  • Las coplas van dirigidas al padre de Jorge Manrique. Su padre murió en la guerra. Al que dedicó una serie de narraciones.
  • La lírica popular pasaba a través de persona en persona.
  • El Cantar consta de que el Cid es desterrado por enfrentar al rey.
  • Español actual: tiene muchas características con el de ahora. Se introducen neologismos y geologismos.
  • Habla de que el mio cid se va y luego cuando el rey le deja volver le quiere casar con dos hijos pero los hijos acaban dando a las chicas una tremenda paliza porque la gente se burlaba de ellos.

Y aquí unas perlas de 1º de Bachillerato:

  • El referente consiste en lo que demuestran que esa palabra existe.
  • En una batalla en la que el cual están involucrados…

Creo que estoy construyendo la casa por el tejado, pero es que a mí me tocaba poner el tejado y hay demasiada gente en los cimientos.