-Tú tienes muy poca inercia facial.
Me lo ha dicho así, sin pensarlo, como quien te dice que tienes cara de sueño. Creo que la sorpresa que se ha dibujado entonces en mi cara al escuchar esa expresión ha tardado más en desaparecer. Y es que P había hecho un comentario ingenioso que me había provocado una sonrisa que ha debido desaparecer de mi rostro demasiado pronto para su gusto.
Y me ha gustado el concepto de «inercia facial», es decir, el tiempo que tarda tu cara en cambiar de expresión una vez que desaparece el estímulo que la produjo. Es lo que ocurre cuando dos amigos se despiden con una sonrisa y echan a andar cada uno en una dirección distinta: ¿cuánto tiempo les dura la sonrisa? Habitualmente tres o cuatro pasos, quizá porque uno empieza a pensar inmediatamente en lo siguiente que tiene que hacer, quizá porque mantener la sonrisa en la cara exige el esfuerzo de varios músculos, quizá porque tenemos un raro pudor a que los demás nos vean sonriendo solos por la calle.
Sin embargo, el dolor y la preocupación tienen una inercia facial más fuerte y tardan bastante más en borrarse de la cara, tal vez porque el estímulo que los produce se queda clavado dentro. Así que agradezco de veras a P que me eche en cara (y nunca mejor dicho) mi poca inercia facial y procuraré entrenarme a partir de hoy para sonreír durante más tiempo, incluso cuando vaya solo por la calle.