Portazo

De vez en cuando, no con tanta frecuencia como se pueda imaginar, pero con más de la que sería deseable, estás tranquilamente dando clase y, de pronto, desde fuera alguien pega un patadón a la puerta que hace retumbar el edificio. Creo que todas las veces que me ha pasado este año ha sido mientras estaba dando clase en la 111, que es un aula de la primera planta, pegada a la escalera. Lo normal es que haga caso omiso del portazo y siga explicando como si no hubiese pasado nada, aunque la pizarra haya estado a punto de irse al suelo y más de cinco hayan soltado un grito de terror.

Es una triste gracia la del portazo, porque tienes que salir corriendo y no ves la cara que se le pone al profesor y a los alumnos, ni sabes qué efectos ha tenido tu ingeniosa idea.

Pero ayer el patadón me sorprendió cuando estaba revisando los deberes por las mesas y estaba más cerca de la puerta de lo que ocurre cuando estoy explicando. No me lo pensé mucho y salí de clase dispuesto a descubrir al futbolista frustrado. Como acabo de leer una novela policiaca, en lugar de bajar por las escaleras, que sería lo lógico, subí, pensando que en realidad lo lógico es que el pateador piense que lo lógico es bajarlas y, por tanto, las suba. Encontré en la segunda planta a un par de alumnos que habían sido expulsados de clase y que aseguraron que ellos no habían sido (y les creí porque he leído una novela policiaca y supe al instante que eran inocentes), pero me dijeron que habían visto pasar por allí a un chaval a toda velocidad. Seguí el recorrido previsible del sospechoso y cuando me crucé en la planta baja con la señora de la limpieza le pregunté si había visto pasar a alguien. Y sí, lo había visto. Y sí, tenía todas las papeletas de ser el pateador.

Volví a clase pensando que Leo Caldas tendrá que contar conmigo en su próximo caso y continué la clase como si no la hubiese dejado. Pero sin dejar de hacerme la misma pregunta que se hacía C: «Pero, ¿para qué da un golpe a la puerta? No lo entiendo». Yo tampoco.

Desconfianza

-¿Me abres la cuatro, que lo voy a llenar?

-¿Me puedes dejar el DNI?

Lo sabía. Tarde o temprano iba a ocurrir. También me he dado cuenta de que son dos las señoras que atienden la gasolinera y que hoy no era la que me fio el otro día cinco céntimos.

Sabía que tenía perdida la partida de antemano, pero no me he aguantado las ganas y le he espetado:

-¿No te fías de mí?

-No es que no me fíe, es que hay que dejar el DNI.

-Pero si vengo todas las semanas -he insistido-. Y no me voy a ir sin pagar…

Y entonces me ha contado que hace quince días un cliente habitual se fue sin pagar. Me ha resultado extraño. ¿Por ese cliente sinvergüenza tengo que pagar yo el precio de la desconfianza? Además, estaría todo grabado y se vería la matrícula. «Pues no, la matrícula se veía mal». Y se ha enrocado en su prepago y le he dejado el dinero antes de llenar el depósito.

Y he salido de allí rumiando por dentro que no me esperen la semana que viene, que no saben lo que se pierden y que ya le daré mi dinero a alguien que sea capaz de fiarse de mí… Pero no he tardado en darme cuenta de que me estaba extralimitando. El surtidor está en prepago y tampoco me cuesta tanto dejarle en prenda el DNI o algo de dinero. A mí no me cuesta nada y a ella se le quita el susto de que me vaya sin pagar y lo tenga que poner de su bolsillo. Lo que no quita para que me siga pareciendo una historia demasiado peregrina y rocambolesca la del cliente habitual que se va sin pagar y cuya matrícula no queda recogida por las cámaras. Ahí soy yo quien no se fía de ella.

La playa de los ahogados

Hace millones de años que no comento aquí ningún libro. No es que haya dejado de leer, es que no ha habido nada que haya leído que me haya llevado a escribir… O quizá sí lo ha habido, pero han faltado las ganas.

El último libro que me he acabado es La playa de los ahogados, novela policiaca de Domingo Villar que me recomendó vivamente A. Tal vez el problema sea que cuando te recomiendan algo vivamente, tus expectativas crecen demasiado. Le he dicho a A que tampoco me ha apasionado y creo que se va a negar a recomendarme más títulos. Y es una pena, porque los libros que me recomiendan suelen ser muy buenos.

El género policiaco tampoco es mi favorito, aunque siempre son novelas que me acaban enganchando. La historia está bien contada y guarda los giros y sorpresas inesperadas que uno se espera que haya en una novela de este tipo. Quizá alguna trampa con alguna casualidad excesiva. No he sido capaz de descubrir el paralelismo que existe entre los tres personajes femeninos y sus desoladoras historias. El protagonista, el inspector Leo Caldas, me ha parecido la versión gallega del Kurt Wallander de Mänkel (creo que lleva la diéresis en algún lado), muy gallego, eso sí. De hecho, el ambiente y la mentalidad gallega que tanto descolocan al ayudante de Caldas es uno de los grandes aciertos del libro. Me han resultado muy sugerentes también los títulos de cada capítulo: una palabra con las distintas acepciones que se recogen en el diccionario. Me ha gustado más de lo que le he dicho a A, pero a ver cómo arreglo eso ahora.

f

La de ayer fue una entrada larga y tampoco compensa agotar a los lectores. Así que hoy entrada de trámite, para mantener la racha… Si no me equivoco 57 días seguidos. Ahí es nada. Y de relleno solo hasta la f, aunque N ya me ha dicho que a ver si cambio un poco más de temas, que tanto instituto ya cansa. Me imagino que bastante tiene con vivirlo todos los días. Pero cuando le pido sugerencias de temas no sabe sacarme ninguno…

Con mis colegas de Aluche

Ocurrió cuando estudiaba primero de carrera. Llevábamos apenas tres o cuatro semanas de curso. Yo me había matriculado en Inglés I porque estaba dispuesto a, por fin, aprender inglés, pero para mi sorpresa resultó que no había diferencias entre los que estudiaban filología inglesa y los que estudiábamos otro tipo de filologías. El inglés era el mismo para todos y, como es de suponer, el nivel que se pedía era el exigible a unos futuros filólogos ingleses. Había dos profesores y cada alumno había elegido con cuál de los dos quedarse, pero como uno de los profesores era Mr. Pratt del que habíamos oído hablar cosas crudelísimas, tales como que suspendía al 90% del alumnado, la clase de la otra profesora, la de Mrs. Bastianon, una enorme señora, húngara según decían, estaba a rebosar. Así que un día al llegar al aula nos encontramos con que Mrs. Bastianon había hecho unos cuantos papeles con su nombre y el de Mr. Pratt y según entrábamos, nos acercábamos a la mesa, cogíamos un papel y leíamos lo que nos deparaba el destino. Yo, que me sentía fuera de lugar tanto con uno como con otra, y que a estas alturas ya estaba convencido de haber cometido uno de los grandes errores de mi vida al matricularme en inglés en vez de en ruso o en italiano, temía más el 90% de suspensos de Pratt que los dos metros de Bastianon y di un suspiro de alivio cuando en mi papel leí este último nombre, sin sospechar lo que me aguardaba.
Como las clases eran en perfecto inglés y yo apenas superaba el «How are you?», me sentaba siempre con P, amigo del BUP y el COU, que sí estaba estudiando filología inglesa. Era mi traductor particular. Por eso, la semana en que él decidió no asistir a clase no sé por qué razones, yo tampoco fui, pero como a la siguiente semana él insistió en su inasistencia a mí me dio un ataque de responsabilidad, me armé de valor y me presenté en clase.
Cuando llegué, dejé discretamente sobre la mesa de la profesora la ficha con los datos del alumno. No sé si ahora se seguirá haciendo lo mismo o estará todo mucho más informatizado, pero en aquel casi lejano 1989 uno rellenaba los datos personales en una ficha y se la entregaba a cada profesor. La fecha límite para la entrega de la dichosa ficha había acabado la semana anterior y creo que esa fue una de las razones que me animó a asistir a clase sin mi traductor acostumbrado. Dejé la ficha en la mesa como digo, y me dirigí a mi sitio. Era una de esas clases enormes, con los asientos dispuestos a modo de teatro griego, es decir, que el estrado quedaba abajo y las filas de asientos estaban colocadas a lo largo de una ligera pendiente. Seríamos cerca de sesenta alumnos.
Empezó la clase y vi que la señora Bastianon cogía las fichas (alguien más se había atrevido a dejar también la suya) y empezó a decir no sé qué con cara de pocos amigos. La cara de pocos amigos la tenía siempre, pero esta vez el tono de voz era un poco más elevado que de costumbre. Por fin, gracias a la foto, me localizó entre el público y me empezó a soltar una retahíla ininteligible en un idioma demasiado extraño para mí. De una cosa estaba seguro: lo que me estaba diciendo no era nada agradable. Ante mi cara de pasmo e incomprensión por fin dijo algo que logré entender: «Do you understand me?» y respondí con voz temblorosa para regocijo de la clase en mi mejor inglés vallecano: «A little». Y entonces comenzó a chapurrear su retahíla en su mejor castellano húngaro. Me puso de vuelta y media, me arrojó la ficha que, hasta donde yo comprendía, era la principal causante de aquellos aspavientos, me llamó poco menos que caradura y sinvergüenza, y la situación se me hizo tan insostenible que llegó un momento en que recogí mis cosas y me levanté para irme. Me espetó que después quería verme en su despacho. Y yo le dije «vale» con un ligero levantamiento de hombros que pretendía significar que no le guardaba rencor por todo aquello, pero que tendría que comprender que yo en aquellas condiciones no podía seguir en clase.
Entonces, ella, indignadísima, empezó a levantar exageradamente los hombros, imitándome, y diciendo a voz en grito: «¡¿Vale?! ¡¿Vale?! ¡¡¿Perro tú que te has cgreido?!! ¡¡¡¿Que esttás aquí, ccon ttus ccolegas de Alusche, fumando pogggrrrros?!!!». Salí de clase con toda la dignidad que fui capaz de atesorar y me fui a la cafetería a ahogar mis penas. Afortunadamente, en la cafetería siempre había algún buen amigo con quien ahogarlas.
Esa misma mañana, a última hora, acudí al despacho de la Bastianon con mi mejor cara de oveja degollada. No acababa de entender la magnitud de mi delito y su reacción me parecía desproporcionada: tan solo había entregado la ficha con una semana de retraso. La señora ya estaba algo más tranquila, quizá porque mis buenas formas y mi humilde petición de permiso habían empezado a hacer mella en ella y había empezado a pensar que yo no era el asesino al que creía que se estaba enfrentando. Hablando con calma fue todo mucho más fácil de aclarar. La buena señora se había pensado que yo no había aparecido en todo el curso a su clase y que la primera vez que lo hacía era a escondidas e intentando colar mi ficha como si no pasase nada. Ya le expliqué que había ido a todas sus clases, menos a las dos últimas por no disponer de traductor y le pedí disculpas por mi retraso en la entrega de la ficha. Ella, más tranquila, también me pidió disculpas por las voces de antes y acabamos si no amigos por lo menos no enemigos irreconciliables. Eso sí, mis cartas sobre el conocimiento del idioma habían quedado al descubierto demasiado pronto, y el suspenso estaba garantizado a final de curso… Sin embargo, por razones que nunca nadie supo explicar bien, la Bastianon empezó a faltar y tras dos meses sin venir un solo día a clase, nos pusieron a una sustituta. Una chica española, joven, guapa y simpática, que debía de ser becaria del Departamento y que nos hizo las clases mucho más agradables. Al final de curso, aprobé por mis propios medios, es decir, en parte por lo que había logrado aprender y en parte por lo que F me facilitó durante el examen…

Analizar es fácil y divertido

Cada vez que dices «análisis sintáctico» a un 80% de los alumnos se les revuelven las entrañas. Y casi puedes ver cómo se va levantando un muro hecho de ladrillos de «es imposible, es imposible, es imposible» unidos con la argamasa de «nunca lo voy a pillar, nunca lo voy a pillar»… Y ni lo intentan. Después de unos cuantos años de clase he procurado ir simplificando al máximo el método para analizar, empezando por repetir a modo de mantra «analizar es fácil y divertido», «analizar es fácil y divertido». Pero siguen sin creérselo.
Tras los desesperanzadores resultados de los exámenes corregidos la semana pasada, decidí pasarles en una hoja escrita lo que les he explicado en clase cientos de veces… Pero la letra escrita a ordenador tiene algo de mágico y L y J no han dudado de calificar la hoja de «lo mejor que has hecho en tu vida, profe». Cosa que espero que no sea cierta. C también insiste, «¿por qué no nos lo has dado antes?». Y cómo explicarle que es lo mismo que les llevo diciendo todo el curso y que tendría que estar tal cual en sus apuntes.
El caso es que ha habido quien se ha reanimado y reenganchado y tras una semana de pausadas explicaciones y de ir analizando las oraciones siguiendo los pasos previstos hemos acabado sonriendo unas cuantas veces (obsérvese el paso 8 del método).
Así que, por si a alguien le ayuda, aquí dejo el esquema de lo que les he dado. Sé que faltan unas cuantas cosas, sé que sin una explicación previa no es fácil saber cómo se utiliza esta hoja, pero también sé que si entienden bien el funcionamiento de esta hoja, empezarán a convertirse en los analizadores que nunca habían sospechado.

FUNCIONES DENTRO DE UN (SN)

• Det: Determinante
• N: Núcleo
• Ady (SAdj): Adyacente (Sintagma Adjetivo)
• CN (SPrep): Complemento del Nombre (Sintagma Preposicional)
• Apos (SN): Aposición (Sintagma Nominal).

FUNCIONES DENTRO DE UN (SPrep)
• E: Enlace. La preposición.
• T (SN): Término (Sintagma Nominal)

FUNCIONES DENTRO DE UN (SAdj/SAdv)
• Cuant: Cuantificador. Un adverbio de cantidad.
• N: Núcleo. El adjetivo o el adverbio correspondiente.
• CAdj/CAdv (SPrep): Complemento del Adjetivo o Complemento del Adverbio.

FUNCIONES DENTRO DE UN PV (SV)

FUNCIONES DE UN (SN) EN UN PV (SV)

• CD (SN): Complemento Directo. Se puede sustituir por lo, los, la, las.
• CCT (SN): Complemento Circunstancial de Tiempo. Responde a la pregunta ¿cuándo?

FUNCIONES DE UN (SAdj) EN UN PV (SV)
• CPvo (SAdj): Complemento Predicativo.

FUNCIONES DE UN (SAdv) EN UN PV (SV)
• CC_ (SAdv): Complemento Circunstancial de T(Tiempo: ¿cuándo?); L (Lugar: ¿dónde?); M (Modo: ¿cómo?); C (Cantidad: ¿cuánto?); N (Negación); A (Afirmación).

FUNCIONES DE UN (SPrep) EN UN PV (SV)

• Con una preposición distinta de «a»:

  • CC_ (SPrep): Complemento Circunstancial de T(Tiempo: ¿cuándo?); L (Lugar: ¿dónde?); M (Modo: ¿cómo?); C (Cantidad: ¿cuánto?); Ca (Causa: ¿por qué?); Co (Compañía: ¿con quién); I (Instrumento: ¿con qué?); F (Finalidad: ¿para qué?).
  • CRég (SPrep): Complemento de Régimen. Si se quita el SPrep el verbo cambia de sentido.
  • CAg (Sprep): Complemento Agente. Es un SPrep precedido de «por» que, en las oraciones pasivas, indica quién realiza la acción.

• Con la preposición «a»: (los pronombres me, te, se, os, nos, le, les equivalen a un Sprep con «a»)

  • CD (SPrep): Complemento Directo. Se puede sustituir por lo, los, la, las.
  • CI (SPrep): Complemento Indirecto. Se puede sustituir por le, les y no por lo, los.
  • CC_ (SPrep): Complemento Circunstancial de T(Tiempo: ¿cuándo?); L (Lugar: ¿dónde?); M (Modo: ¿cómo?).
  • o CRég (SPrep): Complemento de Régimen. Si se quita el SPrep el verbo cambia de sentido.

 

FUNCIONES DENTRO DE UN PN (SV)
• Cóp: verbo copulativo: «ser, estar, parecer».
• Atr (SAdj / SN / Sprep): Se puede sustituir siempre por «lo».
• También pueden aparecer CI o CC.

PASOS PARA HACER UN BUEN ANÁLISIS SINTÁCTICO

  1. Buscar el verbo.
  2. Cambiar el verbo de número: de singular a plural o de plural a singular. El SN cuyo Núcleo haya que cambiar también de número es el Sujeto. El Sujeto puede estar omitido  o no existir si la frase es impersonal.
  3. Separar Suj (SN) y PV (SV) o PN (SV): Lo que no es Sujeto, es Predicado.
  4. Analizar el Suj (SN)
  5. Señalar el NP o Cóp (el verbo) y separar los sintagmas que hay dentro del predicado.
  6. Poner la función de cada sintagma: CD, CI, CPvo, CC, CAg, Atr.
  7. Analizar las palabras y complementos que hay dentro de cada sintagma.
  8. Sonreír, porque lo hemos hecho bien.

 

REINAUGUREMOS MUNDOS

El próximo martes empieza la XIV Muestra Iberoamericana de Narración Oral Escénica «Contar con la Universidad Complutense de Madrid» 2012. Yo actuaré el jueves, en la sesión de las 19:30. Es en el Paraninfo de Filología (Edificio A) y esta vez la entrada es libre. Así que si te animas a que reinauguremos algún que otro mundo con humor y con amor allí te espero y cuento contigo.

Aquí dejo la información completa:

REINAUGUREMOS
MUNDOS

REINAUGUREMOS CON HUMOR Y CON AMOR

 

XIV MUESTRA IBEROAMERICANA

DE NARRACIÓN ORAL ESCÉNICA

«CONTAR CON LA UNIVERSIDAD

COMPLUTENSE DE MADRID» 2012

 

XXII MUESTRA IBEROAMERICANA

DE NARRACIÓN ORAL ESCÉNICA

«CONTAR CON MADRID» 2012


NARRADORES ORALES ESCÉNICOS

Y HUMORISTAS

 

Diversión, emociones, expectación,

sorpresas, suspense, alegría,

RIGUROSAMENTE SÓLO PARA ADULTOS

Y JÓVENES A PARTIR DE 16 AÑOS

con entrada libre hasta llenar aforo.

 

Martes 28 de Febrero – 19:30 h. / REINAUGUREMOS MUNDOS (I) / Entrega del Premio Iberoamericano Chamán 2012 / Intervención especial: Francisco Garzón Céspedes (Cuba/España). Con: Iciar Gómez, Reyes Pariente, Jorge Sanz Garrido, Rubén Ontoria, Jorge Zapata (España), Soledad Pérez Fernández (Argentina), Mónica Rodríguez (España). SE COMENZARÁ MUY PUNTUALMENTE.

Jueves 1 de Marzo- 19:30 h. / REINAUGUREMOS MUNDOS (II) / Con: María Luisa Villén, Almudena Sarasúa, Virginia Bendito, Asunción Martínez, María Luisa Aranda, Fátima Martínez, Eduardo Ares (España), José Víctor Martínez Gil (México). SE COMENZARÁ MUY PUNTUALMENTE.
PARANINFO DE LAS FACULTADES
DE FILOLOGÍA Y FILOSOFÍA / UCM
Facultades: Filología y Filosofía / Edificio A
Metro: Ciudad Universitaria. Autobuses: 82, 132, F, G, I, U
CAMPUS MONCLOA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID
ORGANIZA:
VICERRECTORADO DE ATENCIÓN

A LA COMUNIDAD UNIVERSITARIA / UCM
UNA PRODUCCIÓN: CIINOE

Artistas orales y humoristas de Argentina, Cuba, España, México,

en homenaje a los 50 años de Francisco Garzón Céspedes con la cultura,

y en dos diferentes funciones rigurosamente sólo para adultos

y jóvenes a partir de los 16 años de edad

 

 

· REINAUGUREMOS MUNDOS (I)

· Martes 28 de Febrero, 19:30 h.

 

· REINAUGUREMOS MUNDOS (II)

· Jueves 1 de Marzo, 19:30 h.

 

UN EVENTO DE DOS COMPAÑÍAS INTERNACIONALES:

COMPAÑÍA DE LA IMAGINACIÓN

COMPAÑÍA LA AVENTURA DE REINVENTAR

Y SUS INVITADAS E INVITADOS.

 

 

 

INVENCIONES Y REINVENCIONES ORALES:

MONÓLOGOS MENTIROSOS,

HISTORIAS Y CUENTOS DIVERTIDOS,

SUCESOS EMOTIVOS

Y OTRAS FIESTAS DE LA PALABRA,

LA VOZ Y EL GESTO VIVOS.

 

Inconstancia

El teléfono suena insistentemente. El hombre sabe que si no contesta, la perderá para siempre. O tal vez no. Como tantas veces. Silencio. El teléfono suena insistentemente. La mujer sabe que si no contesta, lo perderá para siempre. O tal vez no. Como tantas veces. Silencio. El teléfono suena insistentemente…

Para pensar

Ayer me preguntó A si conocía a Pedro Abelardo, filósofo frances del siglo XII, de la Universidad de París, y tuve que reconocer que forma parte de mi insondable pozo de ignorancia.

Hoy me ha mandado un mensaje con tres frases de dicho filósofo y con el título que he puesto arriba. Aquí las dejo porque me han gustado y me han hecho pensar. Y las dejo en latín para no asesinarlas (creo que A no es lector de este blog, si no, pensaría que la última es una sutil sugerencia a que me lo tome con más calma):

  • Maior discendi tibi sit quam cura docendi.
  • Disce diu, firmaque tibi, tardaque docere.
  • Atque ad scribendum ne cito prosilias.

Confianza

Casi todas las semanas echo gasolina en la misma gasolinera (el «casi» se refiere a la gasolinera, pues lo de echar sí que es todas las semanas y a veces un par de veces porque voy a un ritmo de más de seiscientos kilómetros semanales). Es una gasolinera pequeña, de una carretera secundaria. Echo allí porque me pilla de paso cuando vuelvo del instituto, porque no suele haber nadie y porque se puede bloquear el boquerel de tal forma que no haga falta estar apretando el gatillo para que entre la gasolina.

En el surtidor hay un cartel que avisa: «Pase por caja antes de suministrarse».

-Por favor, ¿me podrías abrir el cuatro, que lo voy a llenar?

-¿Me puedes dejar el DNI?

-Toma, te dejo cincuenta euros.

Y me siento bajo sospecha. Entiendo que la primera vez que aparecí por allí tomasen sus precauciones. «No sabes la de gente que se va sin pagar». No, no lo sé. Sé que yo no me voy sin pagar. Si acaso me voy sin echar, como me ocurrió una noche de hace unos meses en otra gasolinera: dejé los 50 € de señal, volví al coche y cuando estaba llegando a casa me di cuenta de que o bien el coche empezaba a consumir demasiado o bien se me había olvidado el pequeño detalle de llenar el depósito. Afortunadamente tenía gasolina suficiente para volver (no era fácil, porque esa vez era una gasolinera de autopista) y no tuve que dar muchas explicaciones para que me dejasen repostar.

Pero volviendo a mi gasolinera habitual, he de reconocer que me molesta la falta de confianza. Así que hoy me dirigía hacia allí y no podía evitar pensar que como se le ocurriese pedirme el DNI íbamos a tener un cambio de impresiones sobre la confianza… Un poco más y me pasa lo de aquel que pinchó y fue a pedir un gato a una casa solitaria en mitad de la noche. Pero quizá porque me ha visto demasiado resuelto (no ha sido un «¿le importaría abrirme el número cuatro que lo quiero llenar?», sino más bien un «ábreme el cuatro que lo voy a llenar, gracias») esta vez la señora no me ha puesto ningún problema. Lo he llenado y, como cada semana que pasa cabe más en el depósito, el importe total eran 52€. Suelto tenía 1,95 y le he preguntado a la buena mujer si me fiaba cinco céntimos hasta la semana que viene o si prefería darme cambio… Y ha puesto cara de resignación, porque lo que falta lo tiene que poner de su bolsillo… pero me ha fiado. Y me he sentido tan agradecido que en cuanto he vuelto al coche he rebuscado en el rincón de objetos perdidos y he encontrado veinte céntimos. Así que en menos de un minuto había saldado ya mi deuda. Y me ha quedado la tranquilidad de saber que se fía de mí y, aunque ella no lo sepa y su jefe tampoco, la semana que viene volveré allí a llenar el depósito. Pero que tenga cuidado con volverme a pedir el carné de identidad.