Arando en el mar

El otro día, hablando con un amigo que también es profesor, me preguntó si había descansado ya del curso académico. Su pregunta me sorprendió porque precisamente esa noche había soñado con el Instituto. Es algo que no suele pasar a menudo, pero que ocurre de vez en cuando y, a mitad de curso, incluso en forma de pesadilla. Por ejemplo, un día soñé que se me había colado un alumno de otra clase en la mía y no me había dado ni cuenta durante la primera media hora. Así que fui hacia él hecho una furia, ante la sorpresa del resto de alumnos que no acostumbra a verme en ese estado (por lo menos no suele pasar a menudo, pero, por desgracia, ocurre de vez en cuando). Antes de que el pobre chaval sufriera mis iras verbales me desperté, pero me desperté tan mosqueado que sin saber todavía muy bien si lo había soñado o estaba ocurriendo de verdad traté de dormirme rápidamente para volver al mismo sueño y arreglar cuentas. Pero los sueños nunca se repiten cuando uno quiere…

El caso es que el otro día, por primera vez durante todo el verano, soñé con el Instituto. No era un mal sueño, sino más bien un sueño de propuestas de mejora,así que le dije a mi amigo que sí, que por fin había descansado del curso académico y que incluso empezaba a echar de menos las clases.

Hay quien piensa que las vacaciones del profesor son desmedidas y exageradas… suele ser el que no ha dado clase nunca y no sabe lo que es tener que recuperarse después de un curso. Ser profesor es una de las cosas más maravillosas que conozco, pero también de las más agotadoras. Sobre todo, cuando te entra cierta sensación de estar arando en el mar. De eso hablaba también uno de estos días con otro amigo profesor (no todos mis amigos son profesores, aunque me suele pasar a menudo) y me dijo que cuando a él le entraba esa sensación, lo que hacía era acordarse de la gente a la que había ayudado.

Pues sí, he descansado y vuelvo con ganas, con tantas que estoy dispuesto a arar el mar como si lo fueran a prohibir… o como si fuese la última vez.