Lo sé, soy profesor de Lengua y se supone que hoy debo estar contentísimo, haber regalado un millón de libros y haber hecho un montón de actividades de animación a la lectura. Después, para concluir el día, tengo que escribir una entrada en el blog (que vuelve a los guadianas de antaño) ponderando las inefables ventajas de la lectura y los libros… Pero he de reconocer que caí ayer por la noche en la cuenta de que hoy se celebraba el día del libro y me ha pillado tan a traspié que ni siquiera he recordado en clase la sabida anécdota de que Cervantes y Shakespeare murieron en la misma fecha, pero en distintos días. Y en lugar de eso me he dedicado a pedir a determinados alumnos azulgranas calma con un significativo gesto de manos. Lamentable. Lo siento mucho, etcétera.
Y no es que esté en contra de celebrar el día del libro, faltaría más, es que uno no está siempre inspirado. Y para más INRI, le he echado un ojo a las listas de libros más vendidos y no me he leído ninguno… Es más, la mayoría ni me sonaban. Y eso, en lugar de preocuparme, me ha producido una secreta alegría con la excusa de ya se ve que no soy de los que se leen lo que lee todo el mundo. Y, a pesar de todo, me gusta leer: