Se ha hecho esperar. En realidad, yo creía que iba a haber escrito esta entrada el 10 de octubre, justo el día después de que naciese Dani, pero al final Quique se lo ha estado pensando hasta ayer, 20 de octubre. Probablemente porque está convencido de que como en una madre en ningún sitio.
Pero por fin ayer, a eso de las 19:49, nació Quique, el trigésimo segundo de mis sobrinos, el tercero del séptimo de mis hermanos, con 4,160 gramos de peso y 53,5 centímetros de estatura. Ya siento el dato frío y me gustaría poder hacer una descripción más detallada, pero es que, a pesar de las fotos, no soy capaz de sacarle los parecidos. “Igualito a Rodri”, dicen los fisonomistas de la familia, pero yo estoy convencido que si les pongo juntas las treinta y dos fotos de mis sobrinos recién nacidos no acertarían ni un 10%…
Todavía no sé si es Quique o Kike, pero de lo que estoy casi convencido es de que lo de Enrique se va a quedar para el carnet de identidad y para las broncas de sus padres: “Enrique, te he dicho que vengas”. Pero no adelantemos acontecimientos…
Como me decía ayer mi madre, con tanto nieto (o sobrino, según se mire) empieza a faltar aire, porque el corazón va creciendo y empuja a los pulmones. De todas formas, tendré que hacer el propósito serio de escribir en el blog sin necesidad de que venga algún sobrino a recordármelo. Más que nada porque, de momento (no adelantemos acontecimientos), no hay ningún otro a la vista…