¡Quiero ser tutor!

Por distintas circunstancias, ajenas a la voluntad del profesorado, empezamos las clases este viernes. Y hace una semana hicimos la famosa rueda para ver quién da qué a quiénes. Creo que ya he explicado en algún sitio el funcionamiento de la rueda, pero vuelvo a hacerlo por si alguien no es demasiado ducho en esta materia: la rueda consiste en que nos reunimos todos los profesores del Departamento, vemos cuántas asignaturas hay que dar (tantas Lenguas en 1º de la ESO y tantas en 2º, etc., Literatura Universal en 4º, las Recuperaciones de Lengua que sin querer seguimos llamando Refuerzos…) y vamos eligiendo por turno una materia, empezando por el Jefe de Departamento y siguiendo por orden de antigüedad en el cuerpo, en caso de misma antigüedad en el cuerpo por antigüedad en el Centro y otros cuantos criterios más.
Este año somos once en el Departamento y yo soy el séptimo en elegir, es decir, el último de los que tenemos destino definitivo. Como hay dos segundos y tres primeros de Bachillerato cuando me llega el turno no queda ninguno y suelo elegir un cuarto, porque es una etapa que me gusta especialmente y que he dado ya unos cuantos años.
El problema es que, en principio, todos tenemos que dar 18 horas de clase y a medida que se van eligiendo los grupos va resultando cada vez más difícil cuadrar las horas porque también hay que elegir las tutorías y al ser un plato de poco gusto se suele dejar para el final. Así que alguien se puede encontrar con que tiene ya 14 horas y ha de elegir, quiera o no, un segundo de la ESO con tutoría, lo que supone irse a 20 horas y, como eso no es posible, hay que ver qué puede cambiar y con quién porque los demás ya han cerrado y hay que rehacer, hacer y deshacer…
Nos llevó cerca de dos horas cuadrar las posibilidades y eso que, a Dios gracias, reinaba el espíritu colaborador y todos estábamos dispuestos a ceder bastante (bastante, que no todo, claro). Además para conseguir un resultado final satisfactorio, en lugar de cuadrar todos a 18 horas, hubo cuatro personas que lo hicieron a 17 y otras cuatro a 19… Y no me puedo quejar porque acabé con dos primeros de la ESO (cinco horas semanales cada uno) y dos cuartos (cuatro horas semanales), aunque me duele perder a mi 1ºH del curso pasado. Era uno de los que tenía 19 horas porque había cogido también la tutoría de 1º de la ESO, pero cuando llegué el lunes, me encontré con que me habían quitado la tutoría y así me quedaba con las 18 horas previstas.
Los compañeros me dan la enhorabuena con envidia por haberme librado de la tutoría y yo no sé cómo explicarles que yo… quería ser tutor, a pesar de las horas de más que te supone, de los «huertos» que te caen, de las quejas de padres, profesores y alumnos sobre cualquier tema, de las reuniones extras… Porque junto a todos esos inconvenientes innegables hay un algo que te da la tutoría que no te lo dan otras tareas docentes, un trato más cercano con los alumnos, un no limitarse a los conocimientos lingüísticos y literarios, un preocuparse más por cada uno, un escuchar escalofriantes historias y sentirse incapaz de hacer nada por solucionarlas y, sin embargo, recibir el agradecimiento simplemente por estar ahí para escuchar… ¡Quiero ser tutor!

Por Imperativo Legal (o PH)

De treinta alumnos que tenían que hacerme el examen de septiembre, se han presentado veinte y han aprobado cinco… y gracias. Frustrante. Desesperante, aunque fuese lo esperado.

Y lo peor es que, de los veinticinco que han suspendido, unos cuantos entrarán a formar parte de esos alumnos que pasean por el instituto perdidos y perdiéndose, sin otra ocupación que ver pasar el tiempo y hacer la vida más o menos imposible a los que tienen alrededor y a ellos mismos. De hecho, uno de los múltiples problemas de la enseñanza, tal y como está planteada, es la promoción automática de la que hablaba Julio en su comentario al anterior post: si un alumno suspende más de dos asignaturas en 1º de la ESO al curso siguiente tiene que repetir, pero si durante ese curso vuelve a suspender más de dos materias, promociona por imperativo legal (PIL que dicen los técnicos, PH que decimos otros). Es decir, que nos podemos encontrar en 2º de la ESO a un alumno que no tiene ni idea de nada y que, por desgracia, muy probablemente ya es incapaz de tenerla, porque sus lagunas han devenido océanos.

Y entiendo que el problema no tiene fácil solución. Por una parte, el alumno que sabe que, haga lo que haga, al año siguiente pasará de curso, no suele ser capaz de poner empeño y si lo pone al principio y los frutos no llegan inmediatamente arroja la toalla (hay sus excepciones, claro está, pero lo malo es que son eso, excepciones, que lo normal es que el que repite 1º acaba pasando «por imperativo legal»… Qué ganas de escribir «por huevos»). Por otra, es lógico evitar que acaben coincidiendo en el primer curso de la ESO chavales de doce años con otros de dieciséis. No sé, quizá habría que tomar alguna medida extraordinaria con esos repetidores: que durante el curso que están repitiendo tengan clases obligatorias fuera del horario escolar (¿y de dónde salen los recursos?) mientras no demuestren que son capaces de sacar el curso ellos solitos. O tal vez, se podría eliminar la promoción automática y distribuir los primeros de la ESO por edades: los de quince años que están en 1º de ESO, los de 20 años que están en 1º de ESO…

Ya se ve que no he reflexionado demasiado sobre el tema, pero me parece que si hiciésemos una estadística sobre el fracaso escolar, encontraríamos que cerca del 90% son alumnos que repitieron primero y al año siguiente promocionaron por imperativo legal (¡Qué ganas de escribir «por huevos»!).

Exámenes de septiembre

Esta tarde he ido al Instituto para poner los exámenes de septiembre y ahora los tengo en la mesa esperando para ser corregidos. Así, de primeras, las expectativas no son muy esperanzadoras: quien no ha sido capaz de seguirte durante el curso y ha pensado que ya arreglaría el desaguisado durante el milagroso verano se suele dar cuenta de que lo milagroso no es el verano, sino el curso siguiente en el que se dará cuenta de que lo milagroso no es el curso siguiente, sino el verano y así sucesivamente con su correspondiente agobio y frustración.

Algunos llegan ya derrotados de antemano: «profe, no he estudiado»… Pero no me digas eso, mantén tus cartas ocultas, imagínate que se te sienta delante quien sí ha estudiado y puedes conseguir alguna información adicional… Ahora ya me has dejado condicionado, cuando coja el examen mi subconsciente dirá puff, si no ha estudiado, qué podemos esperar. Peor es el que intenta meterte presión: «profe, apruébame, que, si no, me mandas a adultos». Lo siento de veras, pero a adultos te vas tú por tus propios méritos y si resulta que te apruebo por pena, sin merecértelo, en lugar de hacerte un favor te estaré perjudicando, porque lo mismo lo que te viene realmente bien es darte cuenta de que para conseguir las cosas hay que esforzarse.

Por fortuna también están los que no te dicen nada y tardan en salir del examen. Suelen ser los menos. En septiembre hay pocos aprobados, pues es más fácil que en verano se amplíen las lagunas en lugar de cerrarse… Con todo, estoy a favor de estos exámenes por lo que tienen de última oportunidad y por lo que tienen de cierto escarmiento: si has pasado el curso sin dar un palo al agua, no te viene mal quedarte estudiando mientras tus amigos disfrutan de la calle… La pena es eso, que la mayoría no ha dado un palo al agua y ha estado disfrutando de la calle y va a tardar más en darse cuenta de que la vida va en serio y cuando se quiera dar cuenta va a estar todo muy cuesta arriba y entonces entra la tentación de dejarlo todo y mirar hacia la cuesta abajo y dejarse caer: todavía no he conseguido asimilar que los nueve primeros de la ESO que tenemos en el Instituto, se convierten en cinco cuartos: es decir, de unos doscientos veinticinco alumnos, cerca de cien desaparecen sin haber titulado.

Glub, después de esto me da miedo ponerme a corregir…