Tuteo olímpico

El otro día, en una clase de 1º de la ESO estábamos haciendo los ejercicios que vienen en el libro. Hay algunos ejercicios que te parece que sobran, por lo simples y lo absurdo, pero que mandas para que el personal vea que no todo es tan complicado.

Uno de esos ejercicios consistía en inventarse una conversación con un señor por la calle que te preguntaba una dirección, con el hándicap de que tenías que tratar al individuo de usted… Y entonces descubrí cuánta razón tenía Lasso de la Vega cuando, indignado, en la facultad, no recuerdo muy bien a cuénto de qué, exclamó que estamos en la época del tuteo olímpico. Había varios alumnos que no eran capaces de utilizar el tratamiento de cortesía: «usted sigues recto y…». El resto de la clase me lo pasé tratándoles de usted y aguantando la risa. Me imagino que también se escandalizaría el primero que empezó a comprobar que el «vos» o «vuecencia» caía en desuso.

De todas formas, aún no está todo perdido. Hoy mismo, cuando subía por las escaleras después del recreo, me ha parado un alumno al que no doy clase y me ha dicho: «Perdone, ¿es usted Eduardo Ares?» y yo, con mi cara de que lo más normal del mundo es que me traten de usted en el Instituto, le he respondido que sí. Y resulta que me traía recuerdos de una alumna del año pasado a la que sólo conoce de un foro de Internet, en el que no sé por qué debio de comentar que era de San Martín, y L. le debió de preguntar si me conocía, el otro le respondería que no, pero que ya preguntaría y hoy, por fin, me ha encontrado. Y es un gusto, no sólo que queden alumnos que sepan tratar de usted, sino también que te lleguen recuerdos del pasado por los caminos más inverosímiles.

Bella y durmiente

El otro día un amigo me dio las bases de un concurso de microrrelatos que organiza SM (http://www.microrrelatos-sms.com) y entré en la página, me llegó la inspiración (empiezo a preocuparme, porque últimamente sólo me viene la inspiración para escribir cuando veo que la cosa puede acabar en euros) y escribí mi cuento. El microrrelato no puede superar los 160 caracteres y tiene que empezar por la frase: «No quedaban libros» (que no se incluye entre el número de caracteres).

Uno de los problemas del concurso, que a otros les parecerá una ventaja, es que primero los usuarios registrados votan los microrrelatos que más les gusten, pudiendo votar sólo una vez cada relato, y después el jurado elige entre los veinte más votados. Lo que se traduce en que si no tienes mil amigos dispuestos a votarte tu microrrelato dormirá en el limbo de las historias perdidas. Y he de reconocer que mi primera tentación fue empezar a decir a todos mis amigos que se pusiesen a votar mi relato… pero eso me ha parecido tan ridículo y me ha dado tanta vergüenza que al final he decidido poner aquí el relato, ya que estaba escrito, entre otras cosas porque me he dado cuenta de que hace siglos que no incluyo ningún cuento en el blog.

Y llegados a este punto me da no sé qué poner el relato, mucho más corto que toda esta prolija introducción, y uno se puede estar esperando el microrrelato del siglo, pero es que a mí me pasa lo que a Mastropiero, que «toda vez que compuso obras por encargo, su resultado fueron obras mediocres e inexpresivas, por el contrario, cuando solo obedeció a su inspiración, no escribió absolutamente nada». Pues nada, aquí va:

No quedaban libros… y para reinventarlos, tú y yo nos llenamos de risas y de mil aventuras y, sobre todo, de besos, de muchos besos para despertar a tanta letra, bella y durmiente.

El percance de Braulio

Hay ocasiones en las que uno está tentado de pensar que los griegos tenían razón cuando afirmaban que el destino es ineludible y que se va a cumplir hagas lo que hagas.

Este curso, el único día de la semana que tengo clase a las 8.30 es los martes y es el único día que meto el coche en el aparcamiento del Instituto. Lo aparqué en uno de los huecos que quedaban, al pie de las ventanas, y llegué a pensar en un momento si no sería mejor ponerlo en los huecos de enfrente, pero hice caso omiso de la advertencia porque tampoco hay que ser un desconfiado pertinaz.

Cuando llegué al aula, no pude abrir la puerta porque la mayoría de las clases tienen una cerradura en el pomo y otra arriba y yo sólo tengo llave de la cerradura del pomo, que es la única que habitualmente hay que abrir, pero esta vez estaba cerrada la otra. Pedí ayuda a un profe que sí tenía llave de arriba, pero a pesar de que la llave giraba algo, no conseguíamos abrir. Busqué entonces la ayuda del jefe de estudios, que pasaba por allí, y tampoco conseguimos nada. Así que, al final, me llevé a los alumnos al Aula Magna.

Parece ser que el asunto de la cerradura fue para largo y a penúltima hora de la mañana los alumnos de la clase cerrada, fueron a 2ºE para dar la clase, aprovechando que los de ese grupo estaban en otro sitio en ese momento. Ya dentro del aula, a X. se le ocurrió que sería divertido desatornillar el tablero de la mesa, y puso el mejor de sus empeños en conseguirlo. A continuación se le ocurrió que sería divertido  tirarle el tornillo a Y, pero no le dio. Según la versión oficial, fue entonces cuando el tornillo salió disparado por la ventana y cayó con la postura justa, la fuerza justa y en el sitio justo para descuajeringar  la luna trasera del pobre Braulio que hasta ese momento había pasado la mañana tan tranquilo, como siempre, sin esperarse ese golpe del tornillo y del destino.

Yo estaba dando la última hora de clase cuando llamó una profesora a la puerta y me preguntó si un Hyundai azul oscuro era mío. Le dije que sí (en realidad es azul-noche) y me contó que le habían roto la luna. Seguí dando mi clase con la esperanza de que hubiese sido una equivocación, o que sólo tuviese un picotazo, o… Cuando salí de clase, cada profesor que se cruzaba conmigo me preguntaba si era mío un Hyundai azul oscuro y si sabía que… Y sí, efectivamente, era el mío: cuando llegué hasta el coche, la luna ya se había hecho añicos, aunque se mantenía en pie. En fin, que ya se ve que le tocaba. Quizá lo mejor de todo haya sido la ola de solidaridad que he encontrado entre el profesorado: al día siguiente empecé a recibir tantas condolencias que por un momento pensé que el tornillazo me había dado a mí. Menos mal que queda gente como M., que me conoce de verdad y que se encarga de quitar hierro al asunto y me espetó un sincero: «Te lo mereces». Otra de las mejores reacciones fue la de N.: apenas unas semanas antes, en uno de nuestros cruces de miradas por el pasillo, me había dicho: «A mí no me vaciles», y el otro día, cuando se cruzó conmigo, susurró un siniestro: «Te lo había advertido».

Quiero pensar que el percance no ha sido intencionado, que la versión oficial es cierta, aunque me sigue costando creer en tanta fuerza de la gravedad y me inclino más hacia la fuerza del destino. Resulta que X. ha pasado, desde hace poco, a ser alumno mío en el grupo flexible y que no es precisamente uno de los alumnos más aplicados del Instituto… pero también es cierto que, hasta ahora, en clase no tengo grandes quejas de él y que su comportamiento entra dentro de lo aceptable y que todavía no tiene contra mí, o por lo menos eso creía yo.

Temario de las oposiciones de Lengua castellana y Literatura

Todos los que no se vayan a presentar este año a las oposiciones pueden ahorrarse la lectura de esta entrada. Y muchos de los que se vayan a presentar, también.

El caso es que dentro de unos meses se cumplirán cuatro años desde que empecé a escribir La vida es cuento y el punto de arranque estaba en las oposiciones que se me venían encima. Por entonces fui contando mi experiencia y dejando algún material por la red… Ese material sigue vivo, funcionando en una página perdida del ciberespacio y de vez en cuando recala por allí algún opositor y de vez en cuando, algo temerosos y desesperados, algunos se animan a enviarme un mensaje privado al blog pidiéndome consejos y ayuda. Últimamente varios me han pedido mi temario, dispuestos a pagar por ello lo que corresponda, y he tenido que responderles que no sé ya por dónde andará el temario de Magister que me prestó un amigo que lo había utilizado para prepararse las oposiciones del 94 y que empleé más o menos de base, tras cotejar el tema de muestra que me envió la academia con los que ya tenía y comprobar que se repetían hasta las mismas erratas.

Pero también he recordado que dediqué unas horas a la navegación por Internet y a la recoleción de un tema aquí y otro allá, de algunos hice un refrito y también añadí artículos que encontraba y que me parecían interesantes… Ese temario, la mayor parte en formato Word, no lo había incluido en la página que tenía dedicada a los opositores dentro de la web del IES Valdebernardo. Hacia allí he encaminado de nuevo mis velas y he subido el temario, por si a alguien le sirve de desesperada tabla de salvación, junto con el material que ya había: programación y unidades didácticas, ideas para prepararse la defensa… Si le quieres echar un ojo, pásate por El Rincón del Opositor de Lengua Castellana y Literatura. Que lo disfrutes… y que cuanto antes te sumes a la apasionante aventura de la educación, pero tú verás dónde te metes, que ni el dinero ni los meses de vacaciones lo son todo y que luego hay mucho profesor que llena de lamentos las paredes de los instiutos porque aquello no es tan fácil como creía (que se lo digan al pobre Braulio, que hoy ha sufrido un pequeño percance).