Exámenes atrasados

Está demostrado científicamente: si te encuentras con un alumno una hora después de que haya hecho un examen contigo, te preguntará si los tienes corregidos.

Y esa pregunta se irá repitiendo invariablemente, de cinco a treinta veces, cada día que tardes en darles las notas. La pregunta la hacen con una mezcla de esperanza y temor porque desean saber su nota, pero les asusta saberla. Mientras el examen no está corregido, hay esperanza. A lo mejor no me salió tan mal.

Hubo un tiempo en que tardaba bastante en devolver los exámenes y los alumnos se quejaban por mi tardanza. No les parecía bien que les exigiese para hacerles el examen y luego no me exigiese a mí mismo para corregirlos. Y llevaban razón. Hubo otra época en la que conseguía devolver los exámenes al día siguiente de haberlos hecho. Y lo agradecían. Pero al final llegaron a la conclusión de que tardaba tan poco tiempo porque no los corregía. Ya se ve que no es fácil tenerles contentos.

Ahora procuro devolvérselos lo antes posible, pero como cada corrección de exámenes me lleva unas cinco o seis horas, tardo dos o tres días. Sin embargo, hay semanas, como la semana pasada, que se complican (no hay más que ver lo poco que me he pasado por aquí) y la corrección de exámenes, que está dentro del capítulo de «lo importante no urgente», se va retrasando. Y como les tengo mal acostumbrados, se quejan y se quejan… Hasta que les explico mi política sobre la corrección de exámenes: si una semana después de haberlos puesto, no los tengo corregidos, por cada día más de retraso les voy subiendo 0,25. Primero me miran con cara de incredulidad, pero saben que hablo en serio y, de pronto, se vuelven de lo más solidario y comprensivo: «hombre, Eduardo, tampoco te preocupes, que tendrás muchas cosas que hacer», «si no nos corre prisa, tómate tu tiempo no vaya a ser que te estreses»… Incluso hay un deje de decepción cuando al día siguiente les entregas por fin los exámenes con su 0,25 de más: habría estado tan bien que me hubiese retrasado un par de semanitas.

Y les echo en cara su falta de convicciones, el abandonar su espíritu reivindicativo por un miserable 0,25…, pero les da igual. Por desgracia, a veces parece que del Instituto lo único que les importa son las notas y que éstas sólo les importan porque les importan a sus padres… (Vaya, aquí dándomelas de «madurito», como si a mí, a su edad, me hubiese importado otra cosa).

3 comentarios en “Exámenes atrasados

  1. Ja, ja, ja, me ha gustado que les eches en cara su falta de convicciones por un mísero 0,25. Son como los políticos, que por tres perras, se venden a quien sea. Que enorme falta de moral.

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  2. Moi, es que uno es muy lento y los corrige con mucho cuidadito… Aunque, de todas formas, me imagino que la pragmática te habrá ayudado a darte cuenta de que aquí la palabra «examen» estaba utilizada como sinecdóque (no hay nada como un par de tecnicismos para salir del paso cuando uno se da cuenta de que no ha sido excesivamente claro).

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